Durante la Primera Guerra Mundial la confección sufrió restricciones, debido a la escasez de material y a las carencias motivadas por la conflagración. Otra de sus señas fue la utilización del punto para la confección de vestidos y prendas de vestir, hasta entonces reservada a la ropa interior. Mientras, la revista Harper’s Bazaar, adquirida en 1912 por el magnate William Randolph Hearst, apostó más por la fotografía, contando por ejemplo con la notable labor de Adolf de Meyer, uno de los primeros fotógrafos de moda de renombre.