Así, cobraron un gran auge las revistas de moda, cuyos editores ganaron gran relevancia a la hora de imponer criterios de moda, entre cuyos nombres cabría citar a Condé Nast, Carmel Snow, Diana Vreeland y Edna Woolman Chase. Así, en el siguiente pase de Dior -ya sin Galliano- surgieron a la pasarela cuarenta costureros con batas blancas de trabajo, en vez del clásico paseo del modista estrella. Las últimas décadas del siglo vieron una preferencia cada vez mayor por la individualización de la moda, iniciada en los años 1970, que Tom Wolfe definió como «la década del yo».