Durante la dinastía Tang los vestidos de mujer recibieron la influencia del kimono japonés, con amplios escotes y anchas mangas de las que pendían incensarios. Durante la dinastía Han los vestidos tenían la misma tipología, aunque eran más suntuosos, adornados con oro, plata y jade. Las mujeres se cubrían con estolas y se maquillaban profusamente: se empolvaban de blanco cara, cuello y hombros, se afeitaban las cejas para dibujarlas artificialmente y se aplicaban lunares y coloretes en las mejillas.