Hábil para el marketing, sabía vislumbrar las necesidades de sus clientas, a las que atendía en todos los aspectos, desde los vestidos hasta los complementos, perfumes y cosméticos. Las máscaras propiamente dichas protegían todo el rostro, con aberturas para ojos y boca, mientras que los antifaces cubrían la parte superior, hasta la nariz, dejando la boca libre. Las damas las usaban sobre todo para ir al teatro sin ser reconocidas, ya que en aquella época estaba mal visto que las damas de la alta sociedad acudiesen a representaciones teatrales.